Fantástica, inquietante y
diferente, ‘El día del padre’ se ha estrenado en la Facultad de Ciencias de la
Información sorprendiendo a todos los espectadores. Su director, Alberto
Carpintero, confiesa haber necesitado un año para darle vida a este proyecto,
cuyo principal objetivo es la crítica social.
Una vez que los créditos
aparecieron en la pantalla y las luces se encendieron, el director de la
película recientemente proyectada, Alberto Carpintero; uno de sus productores,
Kiko Prada; el protagonista de la historia, Toño Monge; y el profesor
responsable de hacer posible estos encuentros, Idelfonso Soriano, dieron
comienzo al coloquio durante el cual los espectadores pudieron resolver las
dudas que se habían planteado durante la proyección.
El día del padre es el
primer largometraje del joven Alberto Carpintero que, a pesar de contar con una
dilatada experiencia en pequeñas producciones, con cortos como La niña,
Carroña, y la premiada Píxel Theory, así como
documentales, nunca se había atrevido con un proyecto semejante. Él
mismo confiesa que este largometraje es en verdad “una sucesión de cortos que
por sí solos transmiten diversas ideas”, entre las que priorizan una marcada
crítica social.
Antiguo estudiante de la
Escuela de Cine de Ponferrada, Alberto Carpintero define su obra como “una
comedia dramática, absurda y, sobre todo, neorrealista”, que pretende reflejar
la locura de la sociedad actual como trasfondo de la trama sin renunciar con
ello al divertimento, uno de los objetivos principales de la cinta. La película
narra la historia de Toño, un hombre unos cuarenta años que un día tiene un
sueño con su difunto padre en el que le recuerda la existencia de una caja que
contiene la unión entre el padre y el hijo. Así, el protagonista recorre la
ciudad en busca de esa caja, sintiéndose perdido y enfrentándose a una serie de
experiencias de lo más variopintas. Un proyecto que ha requerido mucho tiempo
de rodaje –concretamente un año, puesto que solo podían rodar los fines de
semana y días festivos- así como todo el esfuerzo y dedicación del equipo que
se ha volcado en darle vida a esta idea sin contar apenas con ayudas.
“Pero tener una idea no es
suficiente, es necesario ponerla en marcha”, explica uno de los productores,
Kiko Prada, haciendo referencia al bajo presupuesto requerido y disponible para
la producción, uno de los motivos por los que de momento su proyección haya
sido pequeña. Aunque afirma no querer dar cifras concretas “puesto que en estas
cuestiones el dinero se va por todos lados”, Prada estima que en conjunto el
proyecto ha costado unos 6.000 euros aproximadamente, de los cuales gran parte
de ellos han sido destinados a la postproducción. Asimismo, insiste que lo
importante en este tipo de trabajos es la experiencia y la oportunidad de
conocer gente nueva, más allá del dinero que se pueda obtener con ello. “Somos
esclavos de aquello que grabamos, encuadrar y hacer bien las cosas es gratis”,
afirma el productor, convencido de que el verdadero triunfo está en ver
proyectado el trabajo realizado sobre la pantalla.
Precisamente, el actor y
protagonista de la película, Toño Monge, confiesa verse muy bien en la pantalla
a pesar de ser este su primer largometraje, en el que afirma haber aprendido
mucho de la mano de grandes profesionales. “Creo que es una película muy
entretenida y que, en general, ha gustado mucho y ha tenido muy buena
aceptación entre el público”, explica Monge que, además, declara que en el caso
de tener que enfrentarse en la vida real a muchas de las circunstancias que se
presentan a lo largo de la trama, reaccionaría igual que su personaje, que
parece estar hecho a medida del actor. Con respecto a esto, Alberto Carpintero
asegura que “el origen de este largo es Toño y muchas de las escenas están
pensadas especialmente para él”, lo que podría explicar la brillante
interpretación de Monge que parece presentar grandes similitudes con las
actuaciones del conocido actor Carlos Areces.
En cuanto a los aspectos
técnicos, Alberto Carpintero asegura que apenas han tenido que repetirse los
planos, puesto que muchos de ellos son de toma única, y que existe una cierta
libertad en el guion, aunque algunas de sus partes estuvieran completamente guionizadas.
Es el caso de las secuencias protagonizadas por el famoso actor y cómico,
Ignatius, que pudo improvisar parte de sus escenas mientras se ciñese a ciertas
frases del guion imprescindibles para el desarrollo de la trama.
El día del padre es una de
esas películas que se enmarcan dentro del género conocido como “cine de autor”
y que llega rompiendo esquemas y sorprendiendo a su paso. Con un título que
evoca la importancia del papel del padre a lo largo de la historia, “que parece
estar presente en la vida de su hijo a pesar de haber fallecido”, explica
Alberto Carpintero, confesando además, haber elegido este título una vez estuvo
terminada la obra al darse cuenta del papel fundamental que representaba este
personaje en el desarrollo de la vida de su protagonista. Asimismo y de cara a
nuevos proyectos, el director asegura tener entre manos ocho producciones más,
entre las que se planteó la posibilidad de una segunda parte, La noche del
padre, que contara con una mejor y más profesional realización.
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