miércoles, 30 de marzo de 2016
Kelox (Flores Valles)
By Unknown at 3:21
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Flores Valles es una pyme madrileña
constituida en 1965 por su fundador Manuel Valles, y se dedica a la fabricación
de mobiliario y carpintería mecánica. Aunque actualmente cuenta con una
trayectoria de 51 años e integra otras dos empresas: Kelox y Flovigás; la
empresa en sí cumple más de 180 años de antigüedad.
Su número en la Clasificación
Nacional de Actividades Económicas (CNAE) es el 2512 (Fabricación de
carpintería metálica), su SIC el 2514 (Fabricación de muebles para el hogar), y
se encuentra ubicada dentro del sector de la fabricación del mobiliario
metálico. Su presidente, José Luis Flores Anguita, es además su principal y más
importante accionista, desde que heredó la empresa de su padre. La empresa
posee la estructura de Sociedad Anónima y un capital social de 1.075.250 euros. No cotiza en bolsa, posee un índice de valoración B y una presencia de 59,
según eInforma.
En su plantilla cuenta con más de
150 empleados y su facturación alcanza los 30 millones, según reflejan su
informe del periodo de 2013. Dentro de sus actividades, se dedica sobre todo a
la construcción de mobiliario de alta tecnología para trenes, como las
cafeterías y cocinas que fabrica de acero inoxidable. Está presente en países
como Arabia Saudí, Alemania, Japón, China, Estados Unidos y Francia. El
reconocido cocinero español, Ferran Adrià, contrató personalmente a Kelox para
que se encargara del diseño de la cocina de su proyecto Tickets.
Su aparición más importante en los
medios es la noticia que se escribió en Expansión
sobre esta empresa:
miércoles, 9 de marzo de 2016
Un chorrito de aceite y una buena dosis de actitud
Hace unos días me encontré por
causalidad con un tipo que da ponencias de esas motivadoras que ahora son
tendencia, y lo cierto es que dijo algunas cosas de lo más interesantes. Víctor
Küppers, así se llama el tipo, defiende que toda persona se conforma de (C+H) x
A, es decir, conocimiento más habilidad multiplicado por la actitud.
Aunque parezca una fórmula
química, en verdad es algo mucho más sencillo, y lo que viene a defender es que
la actitud en una persona es el factor más importante. Y por eso es el que
multiplica.
Si las palabras de nuestro amigo Küppers
tienen razón, a la hora de encarar cualquier circunstancia en la vida, la
actitud será nuestra gran carta de presentación, relegando a un papel menos
relevante los conocimientos que hayamos adquirido en años de experiencia, y las
habilidades que tengamos, ya sea por don o dedicación.
Por lo tanto, no importará tanto
lo que sepamos y seamos capaces de hacer sino lo demostramos con nuestra
actitud. Si no nos ponemos frente al problema con la predisposición de
solucionarlo, o si nos enfrentamos a los obstáculos con la seguridad de que los
saltaremos.
En estas que voy a la feria
mundial del aceite, WOOE, que se celebraba en IFEMA desde el 2 y 3 de marzo, y
me encuentro charlando con el editor del grupo Editata, Santiago García. Me
explica que el mercado de aceite en nuestro país es uno de los mejores y más
prestigiosos, concretamente “España es el líder mundial de producción de vino y
aceite”, pero que aún así no consigue vender la cantidad que debería en los
mercados extranjeros, quizá por su escasa visibilidad.
La idea se me queda rondando en
la mente mientras pruebo trozos y trozos de pan con aceite, y cato todas las
variedades del lugar."Visibilidad", un concepto con el que, después
de todo, he terminado por intimar en estos cuatro años de carrera y que ahora
parece ser quién tiene la primera palabra. Partimos de la base de que si no te
ven, no existes, hasta que terminamos por achacar nuestra falta de actitud a
nuestro escaso número de seguidores. Y volvemos a nuestro amigo Küppers. La
cuestión es encontrar siempre un culpable, para que nosotros no tengamos que
asumirla jamás. Pero, ¿y si el problema estuviera precisamente en nuestra
actitud?
Así que voy recorriendo los
diferentes stads pensando en la visibilidad y en sus posibilidades, cuando el
Community Manager de una de las marcas de aceite que allí se vendían de dirige
a mí para recomendarme un chocolate bañado en aceite que ni siquiera pertenece
a su marca. Me parece una dulce manera de comenzar a interactuar con alguien al
que se pretende camelar, así que le doy un voto de confianza y, sobre todo, mi
mayor predisposición a escucharle su segunda recomendación. La que él realmente
quería vender. Es lo que hay, si te ganas la simpatía de alguien, ya tienes más
de la mitad del terreno recorrido.
En un primer momento, su
estrategia fue regalarnos una botella de aceite de la compañía para la que
trabaja, con el objetivo de que nos hiciéramos fotos con ella y las subiéramos
a las redes sociales, donde nos un aluvión de seguidores. Sin embargo, no pudo
llevarla a cabo dado que su jefe se negó a regalar una muestra del producto. “Pertenecéis
a una universidad en la que hay miles y miles de jóvenes, pero no puede
regalaros una botella. No entiende el mercado”. Y lo cierto es que casi nadie
lo entiende.
Esta marca se diferencia de las
demás en un detalle que puede que parecer nimio pero que, en verdad, constituye
un factor indispensable: la presentación y el diseño del producto. Aunque no
llegué a probar ese aceite (y puedo asegurar que comí pan con aceite ese día)
me fascinó el diseño de la botella, cuya etiqueta se presentaba con relieve y
colores llamativos que le daban un aspecto armonioso y bonito. Algo así como el
bordado de un mantón de manila, destacando la marca española, y tratando de
enfatizar su belleza.
Me fui de la feria con muchos
datos en mi cabeza, pero con una sola idea en mi mente. Como dato, que el
sector del aceite está en crisis desde hace dos años, que Italia compra el
aceite a España para después venderlo más caro, que la venta de vino y aceite
siguen siendo el motor de la economía española, la problemática a la que se
enfrenta para venderse en mercados extranjeros, y sus repercusiones positivas
con respecto al medioambiente.
Como idea, que las crisis y los
problemas son inevitables pero que siempre tienen una solución. Aunque sea, con un chorrito de aceite y una buena dosis de actitud.
miércoles, 2 de marzo de 2016
Sin estadísticas
By Unknown at 3:38
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El ser humano necesita clasificar
la realidad para comprenderla. De ahí, no es de extrañar que terminara por
surgirnos la necesidad de elaborar unos documentos que recogieran todos los
datos que no podríamos almacenar de otra manera. Para poder consultarlos,
analizarlos, y poder hacernos una idea de lo que nos rodea, aún a sabiendas de
que nunca llegaremos a comprender su totalidad, y partir de una base de
conocimiento previo antes de tomar una decisión.
Transformar la realidad en datos,
delimitarla en cifras, no es una tarea sencilla. Para ello tuvimos que echar de
nuevo mano a las matemáticas, y ella nos prestó la estadística. A expensas de
saber que no es exacta, nos proporciona esa ligera idea que pedíamos. Una
especie de apoyo al que amarrarnos cuando tenemos que dar respuesta a preguntas
que habrían sido incontestables de no haber podido contar con ella.
La cuestión es, ¿por qué estoy
escribiendo este rollo? Porque, a pesar de disponer un Anuario Estadístico de España, a cargo de nuestro afamado y
reconocido Instituto Nacional de Estadística, nunca me había metido a consultar
la remuneración que podría llegar a obtener en mi vida cuando decidí estudiar
periodismo. Y que no se me malinterprete, con esto no quiero decir que eligiera
esta profesión por dinero, de ser así lo mío sería un fallo de nacimiento que
ya no se podría arreglar, sino que habría sido interesante informarme –sobre todo
si lo mío iba a ser la información- de si mi pasión terminaría por darme de
comer.
Según el indicador de Contabilidad, en su apartado de Remuneración de los asalariados por ramas de
actividad, el sector de la Información y las Comunicaciones es el que
presenta cifras más bajas (19.776 en 2008 y 20.370 en 2013), después de la agricultura,
ganadería, silvicultura, pesca y, paradójicamente, las actividades inmobiliarias,
que se enfrentan a la realidad más dura.
En conclusión y desmintiendo todo lo dicho anteriormente,
hay decisiones que tomamos por impulso, sin clasificar ni analizar el panorama.
Simplemente lo elegimos, así, sin más, por eso que llamamos pasión y que tantos
dolores nos suele dar de cabeza. Porque, después de todo, hay una cosa que
nos importa todavía más que comer; despertarse con una sonrisa todos los días
por saber –pero sin saberlo- que has tomado la decisión correcta.
Aún sin estadísticas, cifras y datos que la amparen,
lo sabes. Porque dejaste que eligiese el corazón.